Friday, 10 March 2006

Una Velada con Poggi

... cuando el Doctor Monique conoció al Doctor Poggi

An ancient lunatic reigns in the trees of the night
(Jim Morrison)

Introducción

La anécdota que les relataré a continuación tuvo lugar hace unos 3 años y medio. Antes que todo, debo aclarar que en las siguientes palabras no encontrarán ni pizca de improvisación por parte mía, y mucho menos algo de humor. Algunos párrafos han sido directamente extraídos del libro de Poggi, los cuales he transcrito al pie de la letra tal como figuran en la versión original, es decir, conservando sus faltas y errores, ésto con el fin de mantener el espíritu y la escencia del autor. Mi intención en esta oportunidad es solo ceñirme a relatar fielmente los hechos (bastante triviales y banales por cierto) tal como ocurrieron.
Tengan Todos Ustedes Muy Buenas Noches.

El Doctor Monique


Una Velada con Poggi

Corría el año 2002, durante una fría noche de invierno en el parque Kennedy de Miraflores. Un año terrible, aquel 2002. Recuerdo haber salido del teatro Británico luego de ver una obra en la que actuaba una amiga mía. Me había detenido a comprar un café en uno de los pintorescos carritos que se encuentran siempre pululando a lo largo del parque, cuando me senté en una de las bancas para verles el culo a las flacas que pasaban. No tardé en darme cuenta que la persona que estaba sentada a mi lado era ni más ni menos que el doctor Mario Poggi Estremadoyro, quien se encontraba comiendo una butifarra y, de paso, vendiendo su libro "Yo sólo sé que soy un imbécil", editado en 1997. Lo saludé efusivamente, felicitándolo por las magníficas entrevistas que le habían hecho en los programas de Bayly y de Hildebrandt. No es que yo suela abordar/embaucar de esa manera a quien se me cruce por la calle, pero hay que tener en cuenta que se trataba del loco Poggi. Solo me limité a poner en práctica uno de los mandamientos de la ley de Monique: "Cuando estoy entre locos, me hago el loco". Le pregunté de qué iba su libro, luego de que me lo alcanzara. Me dijo que básicamente era un tratado de criminalística, psicología y ecología. Me pareció bastante interesante aquella extraña mezcla, aunque en un primer momento me desanimó la portada. En ella aparecía un Mario Poggi totalmente vestido de verde, algunos años más joven (o mejor dicho, menos viejo), en un rictus estúpido, pelo pintado con témpera verde y pipa en la boca. Lo miré al rostro. No cabía duda. Los últimos años lo habían hecho mierda. Y él lo sabía. El lifting facial del doctor Astocóndor, previo canje publicitario, había sido pomada de un solo día. Abrí la primera página: "Dedicado a mis queridos y heroicos cuatro espermatozoides: Raúl Alfonso, Karla, Lorena y Neurona H2O". Sí, Karla Poggi. Difícil de creer que un cuerazo como ella sea hija de un zopenco como éste, pensé. A partir de ese momento estaba preparado para lo peor, con una dedicatoria como esa se podría esperar cualquier cosa del resto del libro. Y no me equivoqué. Página tres: "Pensamientos de un loco: 1.) Yo amo mis errores. 2.) Pobre es el país donde una acción moral exige el heroísmo. 3.) Estoy prosperando po que estoy reconociendo que soy un imbécil (sic). 4.) Después de leer este libro, vas a saber más psicología que la puta madre (sic). 5.) Algunas de estas teorías psicológicas son mías. No las había publicado por que soy un imbécil (sic). 6.) Este libro se hizo sin censura, copiado de 9 cintas magnetofónicas. Pido mil perdones por las lisuras que vierto en este libro. Le pido mil perdones de rodillas. 8.) Este libro está diseñado de tal manera que con dos patadas puedes entender el mundo psicológico del hombre primitivo al hombre actual" (sic).
Mario Poggi - Yo sólo sé que soy un imbécilDoctor Poggi, tengo una pequeña duda. No veo aquí el pensamiento número 7, es decir... del número 6 se salta directo al número 8, ¿es alguna cábala o algo por el estilo? "No, simplemente es un error de redacción", me dijo con todo el desparpajo del mundo. Y era cierto, de tan solo ojear las primeras cuatro páginas había descubierto numerosos errores ortográficos, gramaticales y de sintaxis. Y algo más. No sé si no lo había notado antes debido a la oscuridad, pero todo el libro estaba escrito con letras de color verde. Texto, dibujos, gráficos, esquemas, currículums, fotocopias de diplomas, cartas de recomendación, manuscritos, fotografías, ¡todo era verde! (Nota del autor: este particular episodio me inspiraría un año después en la construcción de La Web del Team Verija, en donde, pese a mi leve daltonismo, usé el verde como color base). How much, Doctor Poggi? "Estoy vendiendo el libro por la módica suma de 15 soles. Un original a precio de pirata, incluida la dedicatoria con mi firma". Así que 15 soles, ¿no?, dije tomando el libro con una mano, golpeándolo contra la palma de la otra. Desde aquella banca agucé un poco la vista, pudiendo distinguir, a la distancia, la cartelera del cine El Pacífico: Ewan McGregor, Natalie Portman. Episodio II - El Ataque de los Clones. Miré el reloj, 10:05pm. Aún quedaban algunos minutos antes de que empezara la función de noche. Un cuarto de hora más, como máximo. Me dí cuenta que tendría que escoger entre una cosa o la otra. El libro de Poggi o la entrada al cine.

"Capítulo 1: Mario. Aaaaa...! Estoy reflexionando sobre algunos aspectos de mi vida tan tonta. No tanto como la tuya. No pretendo ser un escritor famoso pero si superar a todos ellos, porque me dan pica ya que se la llevan fácil escribiendo estupideces y yo también, aaaaa... La cagada. Hoy día, justamente estaba cagando y pensando en ti, en el lugar más bajo y húmedo, lugar donde termina la obra del cocinero, en el baño para ser más sencillos. Puedo decirles que me ponía a reflexionar sobre... lo que había estudiado toda mi vida, sobre la ley de Gay Lusac, de los gases y me tiré un sonoro pedo. Todo esto se estudia en secundaria... ¿Para que diablos me ha servido? La ley de Gay Lusac es una huevada, quizás los gases que me he tirado cuando he estado mal del estómago, fétidos gases, han sido justamente como protesta, es decir, son gases y tienen, naturalmente, un movimiento bromiano equivalente a miles de expresiones. Me acuerdo de Maggy Gofrar Rayr. Viene a mi mente esta chica, y si cierro mis ojos me acuerdo de ella y me mando un pajaso a su nombre y memoria. Me acuerdo cuando estaba en su casa haciéndole la sopa y mordiéndole su clítoris rojito y sus vellos del pubis rubios. Ya han pasado 26 años, ¿qué será de su vida? ¿Estará cachando? Estoy disfrutando de este momento de soledad y tranquilidad en donde me acuerdo de Maggi. Pero lo que necesito ahora es una mujer bruta; es indispensable que no piense, que no tenga cerebro, que sólo me haga el fellatio cuando llegue a casa, que me baje el pantalón y sin pedirme permiso, que sea ese el saludo de bienvenida y yo el cunilinguis" (sic).

¡Pero si este libro es una mierda!, me dije. Ideas inconexas, desvaríos. Pensamientos y escritos dignos de un niño de 6to. de primaria. Todo esto tenía un extraño aire a Henry Miller. Un sucio olor a plagio. Trópico de Cáncer. Trópico de Capricornio. La trilogía de La Crucifixión Rosada. Qué cabrón. No, eso sería un insulto a la memoria de un gran escritor. No había punto de comparación. Aquí estábamos hablando de una suerte de hijo mongólico de Miller. Mongólico y completamente loco.

"Capítulo 2: Por un Cunilinguis pierdo un castillo. En el lenguaje vulgar: por un sopón, pierdo un castillo. Eran los años 1967, cuando yo estaba en Italia, en Ferrara, y estaba viviendo en la Iglesia de Santa Rita de Cassia, en Ferrara. Allí había un cura que se llamaba Mario y que me quería como si yo fuera su hijo; yo vivía en la iglesia porque ayudaba a limpiar las esculturas para poder pagar menos mi habitación. A la sazón estudiaba medicina en la Universidad de Ferrara, antigua Universidad en la que se graduó Copernico, Malpiggi, Faloppio, Cananni. Un día para un automóvil, un señor y una señora me llevan y se averiguan de mi vida; que estudiaba medicina y que era de origen italiano y me invitan a su casa, tenían una hija de 19 años mayor que yo,; poco a poco iba a nacer un amor, yo muy feliz. El papá me dice: si hay algo con mi hija, él me iba amantener la carrera y que iba a procurar que no tenga ningún problema ya que sus hermanos eran profesores universitarios, y por tanto, iba yo a tener una gran ayuda. Bueno, yo acepté el corralito, la chica no estaba tan mal, era simpática. Total tantas visitas van y vienen hasta que un día me dejaron solo con ella y yo, lógicamente me puse nervioso, sabía lo que tenía que hacer y nos fuimos al dormitorio. Yo le hago una sopa, osea un cunilinguis, cosa que no es extraña pues todos los peruanos tenemos fama de soperos en Italia... La chica se pegó una amargada que hasta ahora me acuerdo. Me gritó 'Esporcachone Mascalzone', que en castellano sería 'Concha tu Madre'... El asunto es que ella era muy puritana con una moral rígida. Hoy, como psicólogo, puedo decir que la sopa es riquísima. Pero en ese momento yo tenía tanto complejo de culpa que me fui a confesar y le dije;... 'Padre he lamido el sexo de una mujer'. Oh... Oh... Oh... esto es un pecado me dice el padre. Yo me sentí mal pero muy mal y allí terminó todo el romance. Pude haber sido dueño de un píccolo castillo, pues ellos eran nobles; esto me fastidia un poco pero no hay mal que por bien no venga, pues conocí a Julia y tengo a mi hija Karla, que es linda y a mi Lorenita, Ernestito y Neurona H2O, y a Raúl Alfonso. En realidad todo tiene un porqué" (sic).

Doctor Poggi, ahora que recuerdo, la última vez que lo vi fue en la Bienal de Lima del año 99. Me encontraba apreciando una exposición en el Palacio de Torre Tagle, y en uno de los solitarios ambientes se encontraba usted, rodeado de unas 4 colegialas de aproximadamente 13 años. Si la memoria no me falla, usted había sacado una libreta, en donde, presumiblemente, estaba anotando su número de teléfono. Luego vi que arrancaba el papel y se lo daba a una de las niñas. Dudo mucho que se tratara de un autógrafo, nadie le pide autógrafos a usted...
Su rostro adquirió una maliciosa expresión de viejo verde: "Sucede que las chiquillas son mi debilidad". Maldito enfermo. No me sorprendió esa confesión, siempre tuve esa impresión de él.

Estaba hojeando el capítulo 3 cuando me di de golpe con el siguiente párrafo:
"Un chiste: Una clienta entra y pide un bistec con papas fritas.
- no le vamos a servir, porque usted lo tiene que pedir en rima, pues este es el restauran de los poetas, no es majadería mire a esa señorita como pide:... Para mi sobrina un plato de corvina.
- otro dice:
Me da un pejerrey para comérmelo como rey.
- Bueno le contesta el nuevo cliente: yo que soy un pendejo, me da un plato de cangrejo.
- El mozo le pregunta: ¿Y para su comadre...?
- El responde: Lo mismo, concha tu madre" (sic).
Lo que faltaba... el libro se convertía en un compendio de chistes, uno tras otro, cada uno más malo que el anterior. Y en medio de eso, vivencias personales, anécdotas estúpidas y disparatadas. Lo peor de todo que mal redactadas, con errores ortográficos y tipográficos.

El asunto empezaba a inquietarme, así que decidí ir al índice para hacerme una idea más general del contenido de aquel mamarracho de libro.
Capítulo 3: Viaje a Verona en Auto Stop vestido de cura.
Capítulo 4: Como fundé la Universidad Federico Villareal sin ser Aprista.
Capítulo 5: El Descuartizador. Cómo maté al primer serial killer peruano.
Capítulo 6: Un cuento de hadas. Mis polvos en Saposoa.
Capítulo 7: Teorías mías que he podido recoger en 5 años del Penal San Jorge.
Capítulo 8: Ecología.
Capítulo 9: Mis amigos.

El Diablo en Campaña - Marca la Correa Vengadora"Capítulo 9: Mis amigos. Angel Parra Guzman, amigo de la infancia, siempre me invita a comer. Su esposa es la soprano de la empresa Angel Parra Producciones, Tlf. 4771270. que organiza matrimonios. A su hijo Luis Miguel le busqué enamorada y está muy feliz con Angela. Tiene un programa 'Sol y Sombra' todos los domingos en Radio Nacional. Me invitó a comer y le conté el chiste del clítoris. Estamos juntos tratando de hacer una nueva empresa llamada 'Viaje a las Huaringas con Mario Poggi'.
Rostein, amigo del colegio San Julián cuando salí de la cárcel, me invitó a su casa a comer y me ha prometido que su distribuidora Jack Chai va a poner mi libro en todo el Perú. Sólo hay que avisarle 15 días antes de que salga, para que luego de la conferencia de prensa, en la librería Epoca del Ovalo Gutierrez, en Miraflores, en la que me presentaré calato y totalmente pintado de verde. Ojalá que no se me pare y que al día siguiente puedan comprar mi libro en todo el Perú.
Cesar Hildebrandt, me invitó a su programa y por consejos de Raúl Davila, me dijo, Mario tú eres un profesional y debes comportarte serio. Nada de payasadas, le obedecí. Cuando entramos a comerciales Hildebrand me dijo: Mario, te desconozco, estamos perdiendo puntos; compórtate como tú eres. Eso me dió luz verde y me eché un vaso de agua en la cabeza, protestando por la bomba de los franceses. Subimos el puntaje y el programa salió un éxito. Terminé diciendo que a su hermana Martha Hildebradt no le gustaba decir la palabra Concha Tu Madre y gané la apuesta por decirlo en televisión.
Doctor Rossado, Me metió el dedo, médico Urólogo del IPSS, me dijo que tenía próstata grado uno, y como mi papá está igual, pero grado ochenta, temo que le corten los huevos. Mi papá me miró al escuchar eso dijo: ¡Los huevos no! Ahora atiende a mi papá con pastillas" (sic).

Las páginas finales incluían su currículum, diplomas, certificados, fotografías de esculturas. Entre otras cosas, me llamó la atención este certificado que transcribo a continuación:
Ministerio de Salud
Hospital "Víctor Larco Herrera"
Cuerpo Médico
Se confiere a el Sr. Mario Poggi Estremadoyro el Certificado de su participación en el Simposio organizado por el Cuerpo Médico sobre:
PORNOGRAFIA
en calidad de Asistente
con el auspicio de la Asociación Psiquiátrico Peruana, el 25 de abril de 1981.
Magdalena del Mar, Abril de 1981.
La mayoría de sus diplomas y certificados eran sobre ese tipo de cojudeces.

El tiempo se había terminado. Debía decidirme en ese mismo instante.
- ¿Sabe qué, doctor Poggi? El Episodio I fue una mierda, y es probable que esta nueva película también lo sea.
- ¿Cómo?
"Lo único que hago es cambiar una mierda por otra", pensé.
- ¿Me firma el libro, por favor? - le dije, mientras le alcanzaba el mamotreto con los 15 soles.
- Por supuesto. ¿No quieres que te haga también el Test de los Colores de Luscher? Serían 10 soles adicionales.
Carajo, este tipo me vio la cara de huevón, fijo.
- No, gracias, doctor. Con el libro me basta y me sobra.

Me despedí de él y enrumbé hacia Diagonal. Guardé el libro en el cargo. Crucé la pista. El Wiese Sudameris. El Haití y los tíos boyos. Hay que apurar el paso cuando uno camina por allí. El Pacífico. El McDonald's. La neblina lo cubría todo. Igual que Zavalita en el Centro, miré la avenida Pardo con desamor. No me pregunté cuándo se había jodido el Perú, más bien me pregunté cuándo me había jodido yo. Tengo que dejar la mierda o no llegaré ni a los 25, me dije. ¿Estarían los Vagales reunidos esa noche? No me encontraba muy lejos del cubil, así que decidí ir a buscarlos. Les toqué el intercomunicador, recién al rato me abrieron la puerta. Al entrar los vi exageradamente hiperactivos, drogados, pasados de vueltas. Chacales, ¿no han dejado nada para mí?
Rato después, y en medio de un viaje astral, recordé aquel asunto de Poggi y el libro que tenía guardado en uno de los bolsillos del pantalón cargo. "De un loco para otro loco. A Carlos, fraternalmente... Mario Poggi". Abrí el libro y lo empecé a leer detenidamente. En aquellos momentos me pareció el mejor libro del mundo.